El acceso hasta aquel lugar no fue nada sencillo. Llegamos casi por casualidad a través de un abrupto camino de tierra con muchas bifurcaciones. Finalmente el camino desapareció ante nuestra mirada y al final de una extensa llanura reseca, pudimos adivinar los restos del pueblo emergido.
El silencio y la soledad de aquel lugar parecían pertenecer a otro mundo, no se oía nada, ni siquiera el canto de algún pájaro o el croar de alguna rana.
Paseando por una de sus calles, se podían ver todavía algunos árboles en pie, recordando una vida sepultada bajo las aguas.
Las casas se debieron derrumbar lentamente bajo las aguas, configurando este extraño paisaje de montones ordenados de piedras.
En una de las calles junto a la iglesia, aún con un palmo de agua, un frenético chapoteo rompió el silencio, era un gran pez perdido en medio de tan estremecedor lugar.
Aquel verano fue muy caluroso en España, esto unido a las escasas lluvias, provocó que descendiera el nivel del agua de los embalses, dejando al descubierto secretos mudos que las aguas habían ocultado por más de medio siglo.
Hace 50 años Talavera la Vieja, un pequeño pueblo de Extremadura, una villa romana llamada Augustobriga en el pasado, sufrió una injusta expropiación para la construcción del embalse de Valdecañas. Todos sus habitantes tuvieron que abandonar sus vidas y en unos meses el pueblo estaba bajo las aguas para dejar de existir hasta el día de hoy.
Equipo fotográfico: Cuerpo Hasselblad H3D39 / Ópticas Hasselblad 28mm / 50-110mm
Fotografía: Carlos Jiménez Pérez / photoAlquimia ©
Retoque digital: Pilar Balsalobre de la Hera / photoAlquimia ©